20 de marzo de 2014

Brisa perra.



Allí fui brisa.

Me dedicaba a mover las cortinas blancas de nuestra habitación vacía y mataba el tiempo haciendo revolotear tu pelo rubio, enredándotelo. Pasaba las horas muertas intentando apagar las velas que titilaban sobre la mesa negra mientras creaba remolinos en la arena de aquella playa a la que solíamos ir a mediados de marzo, abrigados pero hambrientos de sol.

Cuando dejaba de ser brisa me convertía en viento y, luego, en viento huracanado para hacer temblar los cristales de tu casa y ver como, asustado, metías la cabecita debajo de la almohada. Tú le llamabas brisa perra, pero era viento huracanado. De ese que tira macetas de balcones y parte ramas de árboles.

Y así pasaban los días, entre cortinas, pelo, velas, arena, cristales, macetas y ramas.

Ser brisa era bonito pero me cansé de serlo. Me cansé de ser brisa, brisa perra, viento y viento huracanado. 
Me cansé de eso como me canso de todo.



Lugar: el Norte.
Cámara: Yashica MG-1. 
Ojo: Irene Alduán.
Texto: Irene Alduán. 

Suena: la brisa.

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