21 de diciembre de 2014

Roble y sábanas.



Estoy vendada, atada de pies y manos y tumbada sobre una mesa de roble. Fría. Como mis sábanas.
Y así, sin ojos que mirarte, sólo me quedan cuatro sentidos para castigarme.

Te oigo y suenas a saliva. Y es que te estás relamiendo pensando en lo siguiente.
Sé que te estás desabrochando los botones de los puños de la camisa, sé que vas a remangarte y sé que vas a mirarme, de reojo, disimulando, como si la cosa no fuera contigo.

Sin dejar de oírte te huelo. Hueles a ganas. A ganas de lo siguiente.
Sé que vas a alejar un poco la silla de la mesa para poder sentarte, sé que vas a cruzar los brazos sobre el pecho y a esperar.

Ahora me toca probar. Abro lentamente la boca y recorro con la lengua cada rincón de mi paladar en busca de tu sabor y ahora soy yo la que se relame por lo encontrado y por lo siguiente.
Sé que te encanta.

Atada de pies y manos no puedo tocar nada salvo el roble. Frío. Que me estremece.
[Escalofrío]
Sé que estás a punto de hacerlo.
Vas a comerme las costillas. Una a una. Con los ojos, con las manos. 



Lugar: sábanas.
Texto: Irene Alduán.

18 de noviembre de 2014

S A C I A R .



      Últimamente nos lo comemos todo.
      Con las manos.
      Con cuchillo, cuchara y tenedor.
      Con la boca abierta.
      O cerrada.
      Nos da igual, no hay criterio.
     
      Con o sin hambre.
      Con o sin ganas.





Lugar: nuestra casa.
Cámara: Canon D550.
Ojo: Patry Llorens
Texto: Irene Alduán.


23 de octubre de 2014

Cuatro y seis de noviembre.



      Nos mueven las vísceras.
      No somos ni corazón ni cabeza.
      Somos todo tripas.
      Y vomitamos amor y sexo.
      Nos salen por la boca y por los ojos.
      A raudales.
      Ríos de amor y sexo.
      Comemos cuando tenemos hambre. Sin respirar.
      Matamos lágrimas.
      Secamos corazones.
      Y tropezamos diecinueve veces sobre la misma piedra. 
      Nunca veinte.




Lugar: Soria.
Cámara: Yashica MG-1. 
Ojo: Irene Alduán.
Texto: Irene Alduán.

13 de octubre de 2014

A que pase otra vez.



      Tengo miedo a tropezar y caer.
      Miedo a enamorarme, a que me rompan el corazón, a que pase otra vez. A que me engañen. 
      Tengo miedo a equivocarme, a confundir.
      Me da miedo la soledad y el bloqueo.
      Temo quedarme sin fuerza y no poder luchar. Ni gritar.
      Me da pánico la nostalgia, el no saber.
      Tengo miedo al fuego, a las arañas y al fracaso.
      Siento pánico cuando no hablan, ni sienten, ni padecen.
      Temo ir sin saber si voy a volver.
      Me da miedo la impertinencia, la soberbia, la mentira.
      Me temo a mí misma y me da miedo el miedo.


Pero es que la valentía te la quedaste tú toda, cobarde.





Lugar: Alicante.
Cámara: Yashica MG-1. 
Ojo: Juan Membrillo.
Texto: Irene Alduán.

10 de octubre de 2014

Culpables.





               Allí podíamos disfrazarnos de personas. Tú te sentabas en algún sitio cerca de la puerta, yo me quedaba de pie agarrando con fuerza la barra de metal, dejando mis nudillos en blanco. Ni siquiera nos mirábamos ni nos hacíamos gestos cómplices, solamente jugábamos a ser desconocidos. En mi oído la canción de Gnossienne y en tus ojos las letras de amor ácido de Nothomb. En mi cuello un mordisco con carmín y en tus labios, fresas.

               Mis párpados caían como síntoma de lunes, tú resoplabas y abrías mucho los ojos por un enfermo domingo. Ese silencio acompañado del traqueteo que habitaba en el vagón nos hacía a todos los presentes culpables. Cómplices en servir como vértices y aristas; como lienzo y aguarrás; como orgasmo y dientes apretados… éramos verticales en una esfera. Seríamos ahorcados por vivir, apaleados por negarnos, lapidados por ser y no ser, emparedados por querer ser y no ser, quemados por amar poco, mal y rápido. Éramos culpables del crimen de vivir sin vivir.

               Ahora nadie miraba a nadie, solamente tú mirabas tu reflejo en el cristal de enfrente, y te aguantabas la mirada esperando que tu reflejo la apartara antes. Ahora tú te bajas en esta parada mientras tu reflejo baja la mirada, cierras el libro sin poner una marca porque siempre recuerdas la página. Ahora tú escapas y me dejas a mí y al resto, porque nunca nos hemos conocido y nunca lo haremos. Tus fresas morderán otros campos, las letras en tus ojos serán leídas a plena oscuridad en otro sitio y tus domingos serán siempre menos enfermos que mis síntomas de lunes.



Cámara: Nikon D5100.
Ojo: Rosa Vercher.
Texto: Adrían Benatar.


5 de octubre de 2014

Cartografía del sueño.



Siento el vacío en mi plano horizontal, cada vez que me meto en él y él se adapta a mí. Él es el único que se adapta a mí. Tú no lo haces, aquel tampoco, de esos ninguno. Mi plano sigue vacío.

A pesar de ser perfectamente horizontal todos los días se repite la misma sensación: se inclina por su cabecera y yo me voy haciendo pequeño, al final, inclinación y tamaño llegan al punto en el que desaparezco en ese hueco minúsculo entre mi plano y la pared.

Y cuando la luz empieza a cegarme abro los ojos, y veo que todo está en orden, yo no he menguado ni he caído por hueco alguno, e inevitablemente, mi plano sigue vacío.
 
 
 
 
Lugar: ...
Cámara: Yashica MG-1. 
Ojo: Irene Alduán.
Texto: Migue Consuegra.
 

25 de septiembre de 2014

Saudade.



Lo confieso: soy un punto cardinal
Y no, no soy un punto cardinal cualquiera: soy el Norte.
Y sí, soy el Norte para perderlo, para perderme y para perderte.

Allí me levanto melancólica y me consuelo escuchando el rugido de los bufones secos cuando el temporal se esconde tras estratos curvos que dibujan playas imposibles, tan imposibles que nacen en praderas y dan la espalda a mi mar, ese mar frío que cambia de color como yo de viento.

A medio consolar y vestida de eucalipto, verde sol y verde lluvia, me alimento de nubes blancas y grises que invaden puertos de montaña.

[Nubes para desayunar, nubes para comer y nubes para cenar.]

Tras el empacho de nimbos, merodeo por senderos a la sombra de gigantes hambrientos que me quieren para merendar… y yo, muy lolita y vestida de eucalipto, me dejo devorar.

Después, bien entrada la noche, sueño con millones de estalactitas excéntricas y anárquicas que se me clavan dulcemente y me recuerdan que huelo a tierra húmeda y a manzanas. 

Y al alba respiro tranquila porque, aunque consolada, empachada y devorada, sigo siendo mi Norte.





Lugar: riscos llaniscos.
Cámara: Panasonic.
Ojo: Eduardo Alduán.
Texto: Irene Alduán.