Allí la salina ha amanecido
rojiza, como cuando llegaste a nuestra vida y me uní a David esperándote,
alejándome de él.
David está enterrado en la
playa donde murió, junto al mar donde nació, donde sus manos te dieron forma y
se las robamos.
Pero ni siquiera había
muerto al sol.
Vi que sus ojos corrían como
luces subiéndose a todo lo que encontraban. Y yo estaba allí para recoger sus
manos.
He vuelto a la arena para
llorar por ti. He vuelto para recordar que todo no fue una gran mentira, que algunas
cosas siguen en su sitio y yo no quiero olvidar cuál es.
He vuelto al lugar donde el
argentino me habló de la memoria y caminé junto al insomne descubriendo la
fortaleza de Brest sin que tú hubieras llegado aún, porque yo entonces me
preparaba para la mañana en que te conocí, tan inconscientemente, tan por
inventarte, tan acompañada por todos los demás, tan empezado, pero ya con
vosotros, que al fin llegasteis.
Y sí, esta vez sí oigo
ladrar los perros. Aúllan sobre mí y se van como han llegado. Quizá con más
hambre por haber bajado y volver sin más que ladridos en la boca, mientras
camino muy lento y casi no avanzo. Oigo mi nombre a cada paso.
Me ha bastado un sueño
enorme para acostumbrarme a la noche. Y al poco de irse el sol comienza a salir
la luna, escupida por el mar, rosada, roja, blanca. Y sube lentamente. Yo toco
el mar con mis manos y busco las tuyas. Pero sólo siento las de David. Es
entonces cuando lloro por ti.
Hasta mí ha llegado un fanal
desde las olas llenas de medusas, hasta mí has llegado tú, Sacha, sin llamarte,
sin que David te pusiera nombre.
Lugar: Playa
Conil de la Frontera, Cádiz, 2009 / Cementerio español, Larache,
Marruecos, 2009 - Cuatricomías en blanco y negro.