21 de diciembre de 2014

Roble y sábanas.



Estoy vendada, atada de pies y manos y tumbada sobre una mesa de roble. Fría. Como mis sábanas.
Y así, sin ojos que mirarte, sólo me quedan cuatro sentidos para castigarme.

Te oigo y suenas a saliva. Y es que te estás relamiendo pensando en lo siguiente.
Sé que te estás desabrochando los botones de los puños de la camisa, sé que vas a remangarte y sé que vas a mirarme, de reojo, disimulando, como si la cosa no fuera contigo.

Sin dejar de oírte te huelo. Hueles a ganas. A ganas de lo siguiente.
Sé que vas a alejar un poco la silla de la mesa para poder sentarte, sé que vas a cruzar los brazos sobre el pecho y a esperar.

Ahora me toca probar. Abro lentamente la boca y recorro con la lengua cada rincón de mi paladar en busca de tu sabor y ahora soy yo la que se relame por lo encontrado y por lo siguiente.
Sé que te encanta.

Atada de pies y manos no puedo tocar nada salvo el roble. Frío. Que me estremece.
[Escalofrío]
Sé que estás a punto de hacerlo.
Vas a comerme las costillas. Una a una. Con los ojos, con las manos. 



Lugar: sábanas.
Texto: Irene Alduán.